Las Islas Kuriles : Rusia saca también los comillos al este

Pierre Lecornu, traducido por Garazi Otegi
25 Avril 2014


Se trata del efecto mariposa. Lo que pasa en el oeste de Rusia tiene repercusiones su este. Recientemente, la anexión de la Crimea ucraniana a Rusia ha acaparado los focos de atención, y mientras teníamos el punto de mira en Ucrania, se nos ha pasado por alto que sigue habiendo países reclamando partes del territorio ruso. El conflicto de la anexión de Crimea ha reavivado las tensiones entre Japón y Rusia en torno a las Islas Kuriles.


Credit : Yuri Kaver/RIA Novosti
El viernes 18 de abril, el comandante militar Serguéi Sourovikine anunció, en el nombre de su país, que de aquí a 2016 Rusia llevará a cabo un plan de rearmamento de las Islas Kuriles. Así, se construirán ciento cincuenta infraestructuras militares en las islas del sur del archipiélago, islas que siguen siendo revindicadas por Japón desde su anexión a la URSS en 1945. “Todas las decisiones relativas a la construcción de  bases militares desde Kunashir a Iturup han sido adoptadas y aprobadas. Todos los complejos habrán sido construidos de aquí ha 2016,  y su número se elevará a más de ciento cincuenta”, indicó el general. Además se desarrollarán también las infraestructuras existentes de la Isla de Sajalín. 

Las Kuriles forman un archipiélago de una treintena de islas volcánicas situadas al norte de Japón. Se extienden desde la península de Kamchatka hasta la isla de Hokkaido en Japón, y separan el mar de Ojotsk del océano Pacífico. A pesar de que en la actualidad el archipiélago sea administrado por Rusia, concretamente por el “óblast” o región de Sajalín, Japón no ha cesado de reivindicar las cuatro islas más meridionales del archipiélago (Kunashir, Iturup, Shikotan y las islas Jabomai). Esta discordia impide que se firme un tratado de paz entre los dos países, aún cuando los dos mantienen relaciones diplomáticas. 

ESFUERZOS DE ACERCAMIENTO

Del mismo modo en el que la decisión del rearmamento de las islas irrita a los japoneses, tampoco alegra mucho a los habitantes de las Kuriles. Son solo cuatro las islas que están habitadas, la gran parte del resto siendo inhóspitas. Por ejemplo, la Isla de Iturup vive exclusivamente de la explotación del salmón, que se encuentra en grandes cantidades en las aguas, de una gran fauna marina, que rodean las Kuriles. La instalación de infraestructuras militares sobre esta pequeña isla amenaza con provocar problemas en su medioambiente. Desde hace muchos años, los habitantes de Iturup se habían acostumbrado a recibir visitantes japoneses todos los años. Los nipones vienen a visitar estas islas reivindicadas por su país y a simpatizar con sus habitantes. La relación, cordial y amistosa, que los japoneses habían establecido a lo largo de los años está en riesgo de romperse a causa de la reciente decisión de Rusia. 
 

En menor medida, se podría decir que la catástrofe de Fukushima ha ejercido de descarga eléctrica.  El cese de los reactores nucleares ha conducido a Japón, país pobre en materias primas, a buscar otras fuentes de abastecimiento energético. Aunque primer ministro Shinzo Abe ya haya tomado la decisión de reactivar las centrales nucleares en su proyecto de una nueva política energética presentado el pasado 11 de abril, mientras tanto Japón necesita la suficiente cantidad de gas y petróleo para alimentar sus centrales térmicas, de ahí que este acercamiento con su vecino ruso, que produce y exporta estos recursos.  
 

LOS EFECTOS DE LA CRISIS UCRANIANA

Al final, ha sido la crisis que sacude Ucrania la que ha vuelto a tensar las relaciones ruso-niponas. El mundo entero ha tenido que tomar posición al respecto. China, por ejemplo, ha sido muy hábil. Como ferviente defensor del principio de la integridad territorial y de la no injerencia (sobre todo desde que los países occidentales comenzaron a involucrarse en su contencioso en cuanto al Tíbet), no podía aprobar el desmantelamiento de un estado como el de Ucrania. Sin embargo, se contuvo de posicionarse en contra de su aliado ruso, y se contentó con desear la desescalada del conflicto públicamente. Diplomáticamente, China no ha enfadado ha nadie. pero Japón ha decidido ponerse del lado de los occidentales (especialmente al lado de los Estados Unidos, su aliado tradicional) que condena el rol que ha adoptado Rusia en la secesión de Crimea. 

Esto ha supuesto un aumento de la tensión: Rusia ha definido su plan de rearmamento de las Islas Kuriles, que ya había sido anunciado en 2011, provocando la cólera de Japón, el ministro de asuntos extranjeros japonés anuló su visita a  Moscú prevista para este mes, y los Estados Unidos reafirmaron su apoyo militar a Japón. 

Las Islas Kuriles han cambiado de mano muchas veces en el transcurso de los últimos siglos. Al fin del siglo XVI, las Islas Kuriles del Sur y la isla de Sajalín estaban bajo el control de Japón. Desde entonces, la posesión del territorio fue evolucionando sin grandes acontecimientos hasta el Tratado ruso-nipón de Shimoda en 1855, el cual determinó las fronteras entre los dos Estados: la Isla de Sajalín fue dividida entre Japón y Rusia, las Islas Kuriles del Norte pertenecerían a Rusia y las del Sur a Japón. El tratado marcó el comienzo de las relaciones diplomáticas entre los dos países. La situación se mantuvo estable hasta 1945, cuando la URSS anexó definitivamente la totalidad de las Islas Kuriles, una ocupación ilegal según Japón, que considera que los acuerdos de Potsdam (firmados por los Aliados en 1945) restablecieron las fronteras de Japón de 1868, un territorio que incluía las Islas Kuriles del Sur. 

Las aguas que rodean las Islas Kuriles tienen una gran fauna marina y por lo tanto muchos peces, un territorio clave para los japoneses, siendo estos grandes consumidores de pescado, su aporte principal de proteínas. De la misma manera, la zona es muy rica en hidrocarburos, lo que interesa a rusos y nipones por igual. 
 

Como resultado de su configuración geográfica, las Islas Kuriles forman un una cerrojo. El estrecho de Tartaria supone el principal acceso al océano Pacífico para Rusia, sobre todo cuando las aguas del Norte están congeladas. Por consiguiente, es vital conservar este territorio para Rusia, ya que este paso permite desplegar barcos desde la base naval rusa de Vladivostok. 

Pero el control de las Islas Kuriles tiene también un valor simbólico. Ambos presidentes, Vladimir Poutine y Shinzo Abe, son de un gran carácter. Ambos hablan con orgullo de la grandeza de su país.  Vladimir Poutine no esconde su nostalgia por la gran Rusia de la época de la URSS y la anexión de Crimea se inscribe claramente en esta estrategia de reafirmación de la grandeza rusa. Georgia y Chechenia  asimismo han vivido las consecuencias de esta ambición imperialista. En cuanto a Shinzo Abe, está a punto de romper progresivamente con la doctrina pacifista de Fukuda, que sigue influenciando a día de hoy las relaciones diplomáticas de Japón. Ninguno de los dirigentes parece estar dispuesto a abandonar parte de su territorio. El anuncio de rearmamento de las Islas Kuriles, por lo tanto, no es insignificante, y las relaciones entre Japón y Rusia podrían sufrir graves consecuencias.